8.02.2013

Blanco.

El suyo era un amor como nunca hubo otro igual. Un amor digno de nombrar barcos con el nombre de ella, y astros con el apellido de él. Un amor para hacer crecer los mares y romper las olas contra los desfiladeros, llorando su historia.

Las páginas de las obras de poesía se suicidaban de los libros cuando se encontraban cerca. Salían a cubrir sus pasos mientras los amantes tímidamente se descubrían el uno al otro en un paseo a pies desnudos sobre lo eterno.

Su amor no pertenecía a este mundo. Era inconmensurable, etéreo y perfecto. El hilo rojo que unía sus muñecas no era sino el dibujo de unos dedos manchados de pintura a través del infinito.

Mil veces trataron los dramaturgos de escribir sobre un amor como el suyo, y mil veces fracasaron.

Ni siquiera yo pudiera definirlo...