Recoger palabras huérfanas, abandonadas, palabras a las que el tiempo ha borrado sus últimas letras, mutiladas. Palabras presas en ráfagas de aire gélido destinadas a morir sin ser jamás escritas.
Acogerlas en el interior de tu pecho hirviente de vida y contemplar su catarsis con la mirada tierna de un infante.
Luego sólo has de dejarlas fluir.