Sólo la figura vaporosa de su deseo existía. Y aún así la soñaba como una musa nacida de la sorpresa, del fortuito encuentro entre una caricia y una perla de sal.
Sabía que era irreal, eco de una carcajada de Morfeo, salida del mes sin nombre entre Marzo y Abril, donde los cristales de hielo crepitan liberando a Primavera.
Y tan imposible como era, la dotaba de vida en cada suspiro que derramaba por ella.
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