En la noche de cera brillante sobre la tierra y de carmín corrido sobre la almohada, una mirada palpitante se cuela entre las cortinas, y tan fugaz como atrevida cae sobre el pecho desnudo de María.
En su boca danzaba el desenfreno con la amargura, y en su corazón la nostalgia con imágenes de una juventud que la abandonaba.
Y así, puta como era ella, se le daba un aire a la inocencia cuando el sentimiento de pena la llevaba y dejaba que los candiles se apagasen solos, al otro lado del cristal donde mis ojos, atrevidos, la espiaban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario