7.27.2009

Escritura automática. IV

Brilla la pupila dilatada del ojo de Dios, tremenda luz cegadora que todo lo empaña, deshaciendo los finos cordeles de seda que atan la realidad al último movimiento de esta sinfonía.

Absórbelo todo, lanza las piedras sobre los delgados escalones de marmol blanco, que relucientes, anuncian la llegada del corcel de hierro, de mirada cálida y alma impasible. Cabalgará sobre las entrañas de los traidores bajo las estrellas de esta noche color carmesí que todo hombre recordará.


Silba el viento del norte, arrastrando con él los últimos pedacitos de hielo, gélida sonrisa de la tierra donde el sol no habita.


Amanece.


Suplica un dia más.


Lucha.

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