3.14.2012

Meltdown on heart core.

La ternura infinita y la delicia cálida de su piel. Le enloquecía con su mirada y la veía tan hermosa, que apenas podría describirla si se lo pidierais. Enmarcada en hermosos caramelos rosados hechos de carne, su sonrisa detenía el tiempo.

Podía pellizcar  la seda con las yemas en un intento de emular la sensación al respirar cerca de su piel. Entre bromas, le dijo que algún día sería suya. Sonrió como sólo ella podía hacerlo, llenando la estancia de alegría. Afrodita envidiaba su belleza.

Y él, enamorado como un marino ama a su hogar la mar y cautivado por sus parpadeos como éste por la marea, se mordía las uñas, deseoso de volver a verla.

In the water he was beautiful.

No es feo. Sólo existe a su manera. Es único, una pincelada torcida de Rubens, una ola rompiendo sin pensar en la marea.

En las mañanas de Marzo, sale a ignorar a su enfermedad, a correr bajo la luz de una primavera renaciente, a esbozar una sonrisa pesada en su particular pareja de labios. Definitivamente no es feo.

Descansa sobre la hierba húmeda al cruzar el Sol el zenit. Mano sobre mano, lengua contra el paladar.

"Ommmmmmmmmmmmmmmmmmm" 

Es ahora un cántaro de agua serena. Manso, bello en su quietud.

Una pareja de gorriones juega alegre en un charco, y su jolgorio le devuelve al momento presente. Sonríe de corazón por primera vez en el día mientras sus ojos brillan, como brilla la mirada tierna de un infante,o la de los amantes en su reencuentro. Sus manos acarician la hierba. Disfruta de cada brizna, se deleita en cada gota de humedad.

Es infinitamente hermoso.

A horse called Madness

Calma. Esta noche no necesita más que un poco de sangre. Y ni tan siquiera tuya. Tan sólo unas gotas. 

Imagina un himno loco que suplica en un grito gris, hostil, tosco. Podríamos cantar toda la noche y nadie supondría que es nuestra piel de pingüino la que se trenza como una madeja mientras los pájaros del infierno anidan en nuestra cabeza.

Sutil, vivaz, deliciosa oligofrenia.

3.01.2012

Humanoid dreams at Jupiter.


Había viajado muy lejos. Rápido, caótico. Había acuñado nuevos nombres para cada planeta y había susurrado poemas a las estrellas. No había lugar allí para sueños de grandeza. Rodeado del infinito su pequeñez como astronauta le asustaba. Vivió noches sin Luna y días de triste confinamiento aeroespacial.


Música, morfina y un mapa de sus delirios conformaban su tierna esquizofrenia vestida de genialidad. Fue el único capaz de llegar hasta otro planeta y pronunciar palabra alguna.


Fue bajo el amparo de sesenta lunas que sus ojos cruzaron la espesa niebla y se toparon con otros ojos.


-Madre me advirtió que ésto pasaría.
-Júpiter es tu madre ahora.