Me tinto tímidamente del viento que mas calienta, de la ráfaga mas valiente. Dulces miradas de un invierno al acecho. Sonrisas pícaras y encuentros inesperados. Sincronizo mi pecho al acordeón y muevo mis manos como un mimo, dibujando en el cristal.
Afuera bailan pequeñas lucecillas de colores. He archivado cromáticamente cada instante.
Quizás sí haya una matemática oculta en cada parpadeo, un metrónomo que marque el ritmo de cada respiración cargada de sintaxis.
A Francisco, inspiración sin saberlo.
1 comentario:
Me gusta y quisiera hacer algún comentario ingenioso. No puedo... Sencillamente es precioso.
Publicar un comentario