3.01.2010

Andrómeda.

Trenes que vienen y van, vagones abarrotados de cabezas tristes. Notas de metal que inevitablemente evocan callejones escondidos. Paseos en taxi bajo los ojos luminosos de la gran urbe. Los amantes, que en su pequeño rincón a color, abrazan sus cuerpos y lentamente, como pasando las últimas páginas de su novela favorita; se besan.

Rompen las nubes y el murmullo constante de las gotas muriendo sobre las farolas metálicas ahogan los gemidos de ella. Sus mejillas se encienden. Los labios entreabiertos de Andrómeda persiguen la comisura del tiempo, amante furtivo.

La edad de la inocencia se te escapa, pequeña Andrómeda.

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