5.12.2010

Ella

Cierro los ojos y siento un cosquilleo en la punta de los dedos. Como si estuvieran inquietos, como si sintieran que poco a poco la melodía se hará dueña de ellos y vagarán por el aire dibujando sobre mi imaginacion una silueta de mujer. Es un hormigueo distante, sin embargo siento su fragancia, rozando mis párpados, jugando risueña al rededor de mi cuello.

Un olor conocido, ansiado, anhelado en largas noches de Mayo mirando por mi ventana las horas pasar ,cogidas de la mano bajo la luz de las farolas, en la calle. Le saco un gajo a mi mandarina y sigo ensimismado, recordando el brillo de su pelo al salir por la puerta de mi casa.

Le guiño un ojo a la cordura y le pido que me deje sólo cinco minutos más, que el sabor de la mandarina es así mas intenso. Entonces de nuevo siento esa caricia por la espalda, giro mi mundo hacia adentro y recorro el mapa de mi piel, por dentro, intentando encontrar el punto justo de tu ultima caricia y cuando lo encuentro; solo tengo que pulsar mi propia piel, todo vuelve a fluir. Las manos de mi amada vuelven a recorrer mi pecho y su fragancia envuelve cada esquina de esta habitacion, su parpadeo marca la cadencia de mis latidos y un solo beso me concede la vida eterna.


Empiezo a creer, que como tu dices, pequeña mía, no moriré nunca

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