Sobre el altar se encuentra el caballero vencido, protegido por una egida, y sin mas arma que su corazón…arma de doble filo que tantas veces le hirió a si mismo, y que tantas veces clavó en tierra, diciendo, que nunca más volvería a besar el amargo polvo de la derrota.
Pero fué la locura, la que le impulsó a colocarse ese pesado yelmo sobre su testa, aquel que provoco que sus ideas se quedaran estancadas en su cabeza mientras el intentaba proteger su frágil mente; cuando desesperado, comprendió, que de nada servía aislar sus ideas, que era hora de derramar una lagrima. Pero quizás…esa lagrima convirtió el polvo en barro, y así sus pasos fueron mas pesados; y mas trabajo le costó avanzar.
Caminó despacio y sin ánimo por la habitación de mármol, con un altar en su centro, altar de dioses, que el no merece, por ser solo un hombre débil…cansado, sin aliento ya para recorrer mas millas de ese duro camino pedregoso que no esta dispuesto a caminar más.
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